martes, 10 de agosto de 2010

Más allá de los Muros de piedra.

Encadenado a mis sollozos

y hundido aquí en la nada
lamento mi error 
y me resigno a mi condena.

Sólo un vistazo y perdí tantos años,
un futuro quebrado 
por una locura de juventud,
por creer ser invencible,
un pecado sin solución.

Mi alma ha quedado seca
de tanto llorar,
mas no hay noche que no me arrepienta,
aunque lamentarse carezca de sentido.

Parecería que Dios aún no me ha perdonado
mientras el tiempo se burla de mí,
con su caminar tan lento
que me aturde con el peso de los años 
interminablemente restantes.

¿Les parece tan poco estar aquí muerto
y muriendo un poco más cada día?
¿Qué acaso mi falla fue tan grande 
que no hay otro camino de enmienda?

Por acá el Sol quema pero nunca calienta,
tras barrotes y paredes sombrías
a las que me he aferrado.
Cada estación pierdo motivos
y dejo un poco más de imaginar
una vida como lo ha sido para mí.

Sin embargo en ocasiones
cuando la Luna se alza
y el cansancio esta por vencerme,
cuando las pesadillas me dan tregua,
puedo escapar más allá,
más allá de los muros de piedra.

Donde nadie vigila mis pasos
y las mañanas son tranquilas y serenas.
Acompañado de los hijos que nunca tuve
y la mujer enamorada de las virtudes que caresco.
En los campos recostado sintiendo la brisa en el rostro,
o en la plaza dominical tomado un helado.

Más allá,
más allá de las habitaciones hediondas
y de la miseria humana.
más allá del odio, la lástima y el desprecio.
Sobrevolando el frío acero
y lo insensibles muros de piedra.

Sueño a veces,
sólo a veces,
con aquel lugar 
donde mi existencia no represente una escoria
sino motivo de júbilo,
donde la vida sea un regalo y no un castigo

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