Fue entonces que Dios por primera vez fue humilde,
bajó con la joven y la abrazó,
y le pidió disculpas mientras lloraba.
Disculpas por haberla abandonado
así como se olvida lo efímero,
por haberla creado bella como un ángel
sin dotarla de alas para escapar del dolor.
El creador se mostró arrepentido
de no haber sido el padre que prometió al idearla.
Pero Dios no podía hacer nada más,
ya todo estaba perdido.
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