lunes, 14 de marzo de 2011

La Conquista inusitada

Ni el océano resultó tan amplio,
ni las olas tan altivas.
Las carabelas y galeones
sortearon los trabas con orgullo.

A partir de la costa
todo fue distinto.
La selvas no figuraban
a las leyendas o los apócrifos libros;
eran exuberantemente peor.

El tapiz inexorablemente verde,
diezmó a sus hombres sin pudor.
La imaginación de los  bestiarios
no concebía lo que hallarían
al cruzar las aguas:
aves de todos los colores,
bestias de inconcebibles formas,
y felinos con la piel
tatuada en laberintos.

El conquistador se halló solo.
Arrumbada entre hierbas
yacía su armadura olvidada.
Bajo la espada caían hojas y ramas,
creaba un lastimero camino entre el follaje,
Pero los árboles celosos no le compartían
ni una miseria de aire,
el calor abrasaba hasta su alma.

Cortés y Pizarro resultaron más sensatos.
El poder y la gloria eran sus deseos,
las mujeres, su delirio,
el oro, su dios.
Todo conseguible para ellos,
mas aún si usaban hierro, fuego
y la cruz como causa.

Contrariamente,
un maniaco luchaba por sobrevivir
a las encrucijadas de espinas,
lianas y enredaderas vedaban  su camino.

Pasaron días, semanas.
Quizás fueron meses.
Con el sable mellado
y los ropajes deshechos,
Su voluntad casi quebraba.

Cuando el sol no inflamaba la jungla
el cielo lloraba;
y aquel día lloró a  monzones.
Recordaba todo lo que estaba atrás,
todo lo abandonado,
sus ojos se ofuscaban y sucumbió al desmayo
con tal de seguir el rumor de Ponce de León:
La Fuente de la Juventud.

Distinguir entre la realidad y la ilusión
era imposible;
Sólo recupero la conciencia
yacía una joven hermosa de piel cobriza
mirándolo a través de ojos esmeralda.

Lo condujo a través de caminos secretos
y ciudades tan olvidadas como prohibidas.
Sí existía el Edén, esta situado ahí.
Le mostró un arroyo,
bebió hasta calmar su sed.
Una vez inmortal ya nada importa,
salvo la vida misma
y aquella joven con quien compartirla.

Él jamás pudo saber
si en verdad se recuperó del desvanecimiento
o si permanecía entre delirios.
Un hecho fue que nunca despertó
por toda la eternidad.

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